Esta iglesia en honor a San Lorenzo Mártir de estilo románico data del siglo XVI, siendo una de las más antiguas de Alicante. Es uno de los elementos arquitectónicos más antiguos del municipio y mejor guardados. Está emplazada en el centro del núcleo urbano, y con el lateral del edificio, se configura la Plaza de José Pico, que alberga el edificio del Ayuntamiento. La iglesia fue construida antes de 1596, en dos o tres fases distintas, e intervinieron varios arquitectos. Es de planta rectangular, con capillas laterales entre los contrafuertes. En el interior aparecen dos cúpulas; la menor, de planta circular, se desarrolla sobre pechinas y tambor, situándose en uno de los brazos del transepto, en la capilla de la Comunión. En el crucero está la cúpula mayor, también resuelta sobre pechinas y tambor. En 1816 sufrió un incendio y fue restaurada la bóveda central. Por último, se hizo la nave lateral derecha y la capilla de la comunión, neoclásica. En lo alto, había un órgano que fue instalado por Fermín Usarralde. La fachada principal, levantada con una fábrica de sillares no careados, se resuelve mediante un plano desornamentado en el que destacan dos elementos. Por un lado la portada, ejecutada con sillares, donde el hueco de acceso se enmarca entre dos pilastras que sostienen un entablamento. Sobre este se desarrolla una composición templaria con dos pilastras que dan lugar a un nuevo entablamento, que esta vez sostiene un frontón triangular. El otro elemento singular es la torre, de planta cuadrada, rematada con una cubierta a cuatro aguas y que presenta huecos que marcan ligeramente una forma de arco de herradura.
Está instalado en un edificio señorial construido en 1857. Presenta la singularidad de poseer en los bajos unos curiosos soportales con un corredor que da servicio a la pequeña plaza “dels Portxins”.
Revela la importancia del pan como alimento básico para la época en la que se construyó este horno. Es un horno de origen morisco, actualmente en funcionamiento, de características medievales, y está documentado a principios del S XVI. Se dice que es uno de los más antiguos de toda la Comunidad Valenciana y una verdadera joya arquitectónica. Hoy en día funciona a pleno rendimiento y es famoso en la elaboración de las pastas típicas jijonencas como tonyetes (almendra, harina y canela), doblaes (se amasan únicamente para Todos los Santos), madalenas, tortadas, y un sin fin de postres y dulces. En las panaderías y pastelerías, se elaboran pastas, dulces y delicias para todos los visitantes que quieran probar la repostería más tradicional de Jijona.
Casa solariega de la familia Rovira (s. XVII-XVIII). En su fachada, en el último piso, se encuentra el escudo de la familia. En él falta la corona que fue quitada durante la II República. El linaje de Rovira procede de Cataluña. Pasó al Reino de Valencia a finales del siglo XII. En Jijona está documentado en 1421. A lo largo de la Edad Moderna coparon los principales cargos del gobierno municipal. Sin embargo, los miembros más encumbrados de dicha familia emigraron a la vecina ciudad de Alicante. Con el paso del tiempo algunos miembros de esta familia que residieron en Jijona supieron adaptarse a los cambios que marcaba la modernidad y apostaron por una creciente artesanía: la producción del turrón. A finales del siglo XIX ya habían creado varias empresas destinadas a jugar un gran papel en la economía en los inicios del siglo XX.
A la entrada del Parque de L'Aigüera hay un elemento muy diferente que recibe al visitante, es el nuevo Ayuntamiento, conocido popularmente como el ‘rascasuelos’. Su disposición horizontal ha despertado el interés de arquitectos y el público en general, por lo que recibe múltiples visitas. Se trata de un edificio puente que hace de puerta a la zona verde de L'Aigüera. La construcción queda en voladizo y los viandantes pueden pasar por debajo de ella. La gran cristalera del edificio fue cubierta con lamas tupidas donde están inscritos los nombres y apellidos de los más de 60.000 censados en el año que finalizó su construcción.
El Portalet es el nombre con el que se conoce a la puerta que da acceso a la plaza de la Iglesia desde su lado posterior. Constituye la segunda entrada a la plaza, junto a la calle de la Iglesia. Esta puerta era una de las entradas al núcleo amurallado sobre el que se construyó la primera villa, entorno a la iglesia. Este espacio suponía en época medieval un recinto amurallado conformado por las vertientes del terreno más elevado, los muros del templo y la parte trasera de las casas. Si desde la plaza, atravesamos el Portalet (portal pequeño), podemos observar un bonito mirador desde donde se observa el Montgó, el cabo de Sant Antoni, la bahía de Xàbia y las lomas montañosas que se alzan hasta el Puig Llorença.
Obra de Francisco Mangado, es un edificio de carácter contemporáneo. Fue inaugurado en 2011. Se trata de un espacio continuo, configurado por muros de hormigón donde destaca la fachada sureste, orientada al mar, recubierta por cerámica azul. El auditorio se sitúa en el punto más alto de Teulada desde donde se divisa el núcleo urbano de Moraira junto al mar, y el hermoso paisaje de terrazas plantadas de viñedos. Ofrece una extensa y variada programación cultural durante todo el año.
La remodelación del Molino de Viento para dotarlo de todos los mecanismos necesarios para su perfecto funcionamiento, constituye una oportunidad única de conocer una de las edificaciones más características del levante español, pues la mayoría de ellos se encuentran en estado ruinoso. Su tradicional fachada y el entorno natural que lo enmarca, sobre una pequeña loma, forman una estampa única que hace retroceder al visitante a los tiempos en que sus aspas giraban con el viento para moler el grano y obtener la harina que abastecía a todo el pueblo.
El Castillo de Moraira construido en el s. XVIII con finalidad defensiva y de vigilancia, domina la playa de l’Ampolla. Tiene una característica planta de "pezuña de buey", con fachada semicircular orientada hacia el sur y una única puerta en su parte norte, sobre la cual se encuentra el escudo de los borbones –en el que consta la fecha de finalización, 1742-, por donde se accedía antiguamente cruzando un foso y un puente levadizo una vez sobrepasadas las tenazas de protección. Las paredes, en talud, miden 10 m. de altura y son de mampostería, revestida por sillares de piedra tosca, que proceden de las dunas fósiles que se encontraban alrededor. La cubierta, está protegida por un pequeño muro, con siete aperturas, en forma de saetera, donde se ubicaban los cañones. Gruesos muros dividen el interior en una nave central y dos laterales de menores dimensiones, ocupando un total de 200m2. La iluminación de este espacio se consigue a través de tres pequeñas ventanas que se abren al sur y una cuarta sobre la puerta de entrada. Otras construcciones que atestiguan la vida alrededor del fortín son una pequeña ermita ubicada frente a la puerta de acceso, y un pequeño aljibe, que se encuentra a unos pocos metros al este, de la misma época y que servía para almacenar el agua para el consumo de su dotación. Alberga una instalación temática sobre las Torres de Vigía del litoral valenciano.
La bahía de Calpe con la silueta vigilante del tómbolo de Ifach, ha sido desde épocas remotas un paisaje admirado y apreciado por las diferentes culturas que han formado parte de estas tierras desde la Antigüedad. El yacimiento romano de los Baños de la Reina en Calpe es un enclave costero privilegiado. Situado frente a una bahía de aguas tranquilas, al abrigo del Peñón de Ifach, aún hoy hunde sus brazos rocosos en las cristalinas aguas del Mare Nostrum. El mar y la sal fueron la base y el sustento de los antiguos colonos romanos, dando pie a fluidos intercambios comerciales que se han podido atestiguar. Dicha actividad generó una pequeña población que construyó sus casas sobre las dunas costeras, dando lugar a un urbanismo selectivo y diversificado. Tras el paso del tiempo y los siglos de olvido, la imaginación popular fue la heredera del antiguo legado, identificando las balsas como los "baños de la reina mora", causa inmediata del topónimo del lugar. Si a ello sumamos la existencia de algunas galerías de desagüe cegadas en la actualidad, el mito estaba servido: esos eran los túneles que alcanzarían un misterioso palacio desde el que la "reina mora" llegaba hasta su baño costero. También esta creencia popular forma parte del importante legado cultural del yacimiento. El yacimiento de los Baños de la Reina consta de 3 partes: 1. Vicus romano El yacimiento romano de Banys de la Reina es un enclave costero que destaca por su magnifico diseño arquitectónico y sus mosaicos, siendo en su género, uno de los conjuntos más importantes de toda la Hispania romana. Pese a que hasta la fecha sólo se ha excavado el 25% de su superficie, resulta suficiente para atisbar la magnitud de esta villae romana dotada de todo tipo de lujos hace 2.000 años. Las balsas excavadas en la roca litoral, destinadas al abastecimiento de pescado fresco, dieron nombre al enclave, topónimo vigente en la actualidad. Durante el s. I-II d. C. se edificaron las primeras viviendas, un pequeño complejo termal conocido como “termas de la Muntanyeta”, y un área industrial en el cual destaca la construcción de una singular noria excavada en la roca que abasteció de agua potable al lugar. A finales del s. III d. C. se erigió una suntuosa villae de patio circular dotada de extraordinario conjunto termal privado. Finalmente será en el siglo V-VI, cuando se detecten en el lugar, punto clave en la navegación durante la Antigüedad, las huellas de la conversión al culto cristiano con la erección de una modesta iglesia con baptisterio de cruz griega y una necrópolis adyacente. 2. Conjunto termal de la Muntanyeta A raíz de los trabajos de remodelación del espigón costero, en el año 1993 salieron a la luz los restos de este pequeño conjunto termal, de 500 m2 de superficie, actualmente conocido como “las Termas de la Muntanyeta”. Entre los hallazgos documentados durante su excavación, se conservan diversas balsas, así como una natatio de agua fría (frigidarium), a la cual se accedía por tres escalones. Junto a ésta, varios hornos eran los responsables de mantener la temperatura adecuada en las salas calientes (caldarium) y templadas (tepidarium). El sistema de calefacción desarrollado por los ingenieros romanos se basó en el uso de suelos huecos elevados sobre columnas de ladrillos (pilae) y paredes con cámaras de aire, construidas mediante tubos cerámicos (tubuli) que facilitaban la circulación del calor a través de las diferentes estancias y las mantenían caldeadas. Unido a estos recintos se localizó una habitación con un pavimento formando espigas (opus spicatum), así como otras dependencias complementarias, destinadas al esparcimiento, que fueron ricamente revestidas con placas de mármol gris procedente de Argelia. 3. Los Viveros romanos de Banys de la Reina La existencia de unas grandes cubetas dentro del mar, talladas en la roca arenisca conocida como “pedra tosca”, y denominadas popularmente “Baños de la Reina mora”, han sido las responsables de dar nombre a todo el enclave arqueológico. El conjunto, excavado en la misma costa, está formado por un gran depósito rectangular de 165 m2 de superficie total. Su interior estaba subdividido por muros de piedra natural, dando lugar a 6 balsas comunicadas entre sí mediante una abertura en cada una de ellas. La entrada de agua marina se realizaba a través de cuatro canales, también tallados en la roca, los cuales permitían la libre circulación del agua a todas las balsas. Estos canales se cerraban mediante compuertas perforadas, lo que permitía el paso del agua y evitaba su estancamiento y la fuga de los peces de su interior. Si bien estos viveros o piscinae están relacionados con la cría del pescado vivo, no se descarta su posible uso como jardín acuático destinado a la contemplación de la belleza marina, al igual que otras villae altoimperiales del Tirreno, donde estas instalaciones, de cara construcción y costoso mantenimiento, constituían además una muestra del poder y prestigio social de su propietario.
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