La Pobla Medieval d’ Ifac destaca por ser actualmente un yacimiento único en la Comunidad Valenciana, y es la única Pobla de conquista que no ha sido investigada, excavada ni transformada con anterioridad lo que la convierte en un yacimiento único y excepcional. Se trata de un enclave urbano de finales del S.XIII , impulsada por el almirante Roger de Llúria, uno de los personajes más importantes de este tiempo. Se trata de un enorme recinto amurallado, dotado de un complejo sistema de acceso, estancias, almacenes, casas y una imponente iglesia dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles con una necrópolis medieval a sus pies. Será una fundación de vida corta, no superior a 100 años de existencia. Los avatares históricos forzaron el abandono y el traslado de los colonos de Ifach al cerro en el que actualmente se centran las murallas y el Casco Antiguo de Calp.
Situada en el Tosal de La Cometa, se trata de un conjunto de interés histórico-religioso, formado por edificaciones de una antigua masía fortificada construida a finales del S. XVII o principios del S. XVIII. Se estima que la ermita, construida bajo la advocación de S. Juan Bautista, fue el oratorio particular de las fortificaciones de la zona rural de La Cometa. Frente a la ermita, se encuentran dos "riu-rau" y existen todavía tres pozos, uno de ellos conservando su cubierta cónica, un aljibe y un sistema para la recogida de pluviales. Aquí se celebran anualmente las fiestas de San Juan, el 24 de Junio.
En la gran roca que separa las dos playas se asentaba la fortaleza que servía de defensa ante las incursiones de piratas argelinos y berberiscos, en los siglos XIV, XV y XVI. Posteriormente el Castillo fue abandonado, quedando en la actualidad sólo algunos restos de las murallas, que yacen sobre las rocas del mirador, conocido también como "Balcón del Mediterráneo".
Dominando el puerto deportivo, se encuentra esta torre que fue construida entre los años 1554 y 1557, para prevenir a la población de los ataques de los piratas berberiscos que acosaban continuamente nuestras tierras, saqueándolas y causando grandes destrozos y temor en toda la población. El Virrey de Valencia, don Bernardino de Cárdenas, Duque de Maqueda, ordenó la construcción de todo un sistema de torres vigías. Las dotó de cuatro hombres en cada una: dos de a pie y dos de a caballo. Así pues, en el momento en que se divisaba algún barco pirata, los hombres de a caballo cabalgaban rápidamente a avisar a las autoridades cercanas del peligro inmediato, mientras que, los hombres que quedaban en la torre se encargaban, mediante señales de humo por el día y fogatas por la noche, de alertar a las demás torres del avistamiento invasor. Esta torre está construida en forma de cono truncado, su diámetro es de seis metros en la base y cinco en su parte mas alta, la puerta de entrada esta situada en su parte media, por lo que para acceder a ella, era necesario una escalera “de gato” o cuerda. Su interior es macizo desde la base hasta la altura de la puerta y desde ella, se accede hasta la terraza mediante una escalera interior. Fue declarada Bien de Interés Cultural y restaurada en el año 1991.
La también conocida como Torre del Barranc d’Aigües, al igual que la Torre de la Illeta, fue construida en la segunda mitad del s.XVI como parte del entramado de torres vigías situadas a lo largo de toda la costa valenciana para prevenir los ataques de piratas berberiscos. Está situada en un paraje protegido de gran belleza paisajística, que fue línea fronteriza entre los reinos de Castilla y Aragón hasta 1.296, cuando el monarca Jaime II anexionó estos territorios definitivamente a la corona aragonesa y con ello, al Reino de Valencia. Aunque la parte superior de la torre está bastante deteriorada, conserva todavía el resto de su fisonomía que permite adivinar su estructura original.
La Torre de Resemblanc se encuentra situada al sur de la población de Elche, en la parte exterior de una finca a la que está adosada dentro del llamado Huerto de la Torreta. Su origen, al igual que otras torres de la huerta ilicitana, se debe a que en el año 1.552 un bajel berberisco capitaneado por Salah Rais, llega a la costa ilicitana, en las cercanías de la playa del Pinet escasamente defendida por algunos vigías de guardia, para evitar que los contrabandistas cruzaran la albufera al amparo de la noche y los controles impuestos por el marqués de Elche, y se percatan de la poca presencia defensiva. Toman tierra y rápidamente se adentran hasta la villa ilicitana donde, después de intentar su asalto, capturaron importante botín en enseres y personas. Esto provoca que las autoridades y las clases altas crearan el conocido como Resguardo de la Costa, institución encargada de crear una tupida red de alerta y prevención de ataques de enclaves de costa y de recintos urbanos, ya que en 1.550 el pirata Dragut, mercenario a sueldo de los turcos, castigaba las costas de la huerta de Alicante allí donde las defensas se relajaban. Por ello, las autoridades decidieron dotar a la costa ilicitana y al casco urbano de Elche, así como a su huerta, de un sistema defensivo que mantuviera la alerta ante los ataques moriscos, naciendo así una serie de torres de defensa con el objetivo de frenar los ataques de los piratas, levantando un sistema a lo largo de la huerta y costa ilicitana con diversas torres vigia, entre las que destacaron Ressemblanc, Vaillós, Palombar, Carrús, Asprillas, Estaña y Gaitán, que unidas a las costeras de Tamarit, Pinet, Escaletes, Talayola y Carabassí, constituyendo el sistema defensivo anexo a la ciudad de Elche y a la fortaleza de Santa Pola, gracias al experto ingeniero italiano Giovanni Baptista Antonelli en el año 1.562. Se trata de una torre de huerta de planta cuadrada y cuerpo prismático de cuatro alturas. La base se encuentra ligeramente alamborada gracias a un plinto macizo de reborde biselado. Todo el relleno es de mampostería irregular formada por piedras calizas y aparejadas con mortero de cal y grava de tonalidad blanquecina. Como elementos nobles hay que destacar la sillería encadenada de sus esquinas, rematándose con una corsera, de la que actualmente sólo se conservan los modillones de la misma. Los vanos son de sillería, accediéndose al interior por una puerta arquitrabada que se sitúa a la altura de la segunda planta, cubierta con vigas de madera y cielo de plementería. La primera planta está cubierta con una bóveda esquifada y presenta un vano abierto a Levante ras de suelo. Las dos restantes alturas son muy similares, cubriéndose por medio de viguería de madera y plementería de ladrillo. Estas cuatro plantas se comunicaban entre sí a través de una escalera de caracol, construida en ladrillo y recogida con yeso, que permite el acceso a la cubierta por medio de una garita también levantada en análogos materiales. Dispone de varias ventanas rectangulares y adinteladas y en su muro Sur hay un escudo blasonado en piedra adherido al mismo. Toda ella se encuentra en un estado perfecto de conservación. Al igual de la Torre de Vaillós, no se poseen referencias documentales sobre su época de construcción, aunque se le ha conferido un origen bajomedieval o incluso islámico. Lo más probable es que se tratara de una torre bajomedieval que la dataría a finales del siglo XV o principios del siglo XVI, y su función se creé que era de control y vigilancia de un trozo de la acequia Mayor de la villa, existente en sus cercanías.
La torre formaba parte de una serie de edificaciones que, en su origen, tenían un claro carácter de vigilancia y defensivo, y que fueron construidas entre finales de la Edad Media y la primera mitad del siglo XVI. Desde su altura los guardias podían avizorar cualquier señal de peligro para la población. Hoy en día podemos admirar el área del palmeral situado al norte de la ciudad. Está edificada en mampostería, con refuerzo de sillería tallada en las esquinas y la base construida con la forma de talud. Son visibles, en lo alto, cuatro ladroneras o matacanes, estructuras en voladizo sobre las aperturas de la construcción. Tanto el talud como los matacanes son elementos que dificultan la aproximación y facilitaban la defensa de las torres al eliminar los ángulos muertos que ofrecían las edificaciones rectas. Los balcones que ahora observamos son modificaciones muy tardías de los vanos originales. En la actual entrada a la torre, en el exterior, es posible ver una quicialera adosada al edificio que parece indicar la entrada a un recinto cercado flanqueado por la torre. La defensa del territorio Desde la Edad Media un sistema de avisos se ocupaba de la vigilancia del territorio: atalayas y escoltas, de día y de noche. Tenían encargada la custodia de la costa y de los caminos y veredas. En 1449, por orden del rey, debido a la presencia de asaltadores de caminos, se dictan capítulos para establecer una línea de vigilancia que debía custodiar las poblaciones de Elche, Alicante, Aspe, Novelda, Elda y Jijona. Las torres enclavadas en el interior del territorio cumplían la función de completar el sistema de alarma de la villa y avisaban, dado el caso, a la población que trabajaba en los campos. Pero, a partir del asentamiento del poder otomano en Argel, en 1516, se concibe un sistema defensivo que, mediante la construcción de torres de vigilancia, pretendía “cerrar la costa como una muralla”, en palabras de uno de los artífices del proyecto, el ingeniero italiano Juan Bautista Antonelli. De esta manera, en el término de Elche se emprendería la construcción de la torre de Escaletes, en lo alto del cabo de Santa Pola, que completaría el sistema de torres vigía de origen medieval: torres del Pinet, Tamarit, Cap de l’Aljub y Atalaiola. En 1557, se erige por Bernardino de Cárdenas, marqués de Elche y virrey de Valencia, el castillo de Santa Pola. Los amos de la torre Algunas de las torres del agro ilicitano podrían estar asociadas desde un principio con apellidos de la nobleza local, otras lo fueron más tarde, como un elemento más del linaje. A la de Ressemblanc, Asprella, Estanya o Gaitan, se unirían con el tiempo otras, como la torre de la Cañada, detentada en el siglo XVIII por los condes de Torrellano, o la de Carrús, propiedad de los Miralles de Imperial, marqueses de la Torre de Carrús. El nombre de torre de los Vaillo o torre Vaillo proviene de la familia antigua titular de la torre, los Vaillo de Llanos. Los detentadores de este apellido, eran miembros de la pequeña nobleza local que, en 1716, recibieron el título de condes de Torrellano. Los condes tenían su residencia habitual en una casa en la plaza de Baix, frente al Ayuntamiento, y es muy probable que no residieran nunca en la torre. No obstante, esta cumplía una función de prestigio, ligada al apellido, y recordaba los deberes asociados al estamento nobiliario: la defensa del territorio.
Los ilicitanos de más edad lo recuerdan aún convertido en fábrica textil e incluso, de forma intermitente, en cárcel. El espectacular proceso de rehabilitación seguido por el palacio de Altamira, o alcázar de la Señoría, lo convierte en una de las fortalezas mejor conservadas de la provincia de Alicante, al tiempo que imprescindible punto de referencia monumental y vital para la ciudad. Residencia de los señores de Elche entre los siglos XV y XIX, su torre del Homenaje albergó también a monarcas -Jaime II, Pedro IV y los Reyes Católicos- durante su estancia en la villa y acogió las sesiones del Consejo General de la ciudad hasta el siglo XV. Fábrica y cárcel En la construcción del palacio de Altamira se distinguen varias fases. La primera se corresponde con el periodo islámico, entre los siglos XI y XIII. En la actualidad, junto a restos de viviendas y alcantarillado, no visibles, se pueden observar algunos lienzos de muralla de esta época, así como una puerta monumental y una torre, la del Homenaje, de la que sólo la planta baja pertenece a este periodo. La segunda fase, entre los siglos XV y XVI, se produce tras la toma de posesión del señorío por parte de Gutierre de Cárdenas. Esta reforma, definida por una contundente y amplia actuación, configura en líneas generales la actual fisonomía del palacio. Con posterioridad, en el siglo XVIII, el conde de Altamira adosó al lienzo original una casa señorial de dos plantas, que actualmente conforma su fachada sur. Su traza es poligonal, con ángulos definidos por cubos circulares en saliente, excepto la zona que ocupa la torre del Homenaje, de planta cuadrada y tres alturas. Sus salas y las dependencias del ala oeste albergaron intermitentemente una prisión desde el siglo XVIII hasta 1959. En 1915, el edificio fue adquirido por un industrial local, quien construyó una fábrica textil en el patio de Armas, adosada a la muralla Este, que funcionó hasta finales de los años sesenta, paralelamente con la cárcel. Este patio de Armas se convierte, en ocasiones, en magnífico escenario de actos culturales y sociales. Restauración Tras ser expropiado por el Ayuntamiento, en los años setenta del pasado siglo se llevó a cabo una restauración del edificio, incluidas las dependencias de la antigua fábrica, que una vez recuperadas se destinaron a albergar el Museo Arqueológico Municipal Alejandro Ramos Folqués. Tras otra rehabilitación en 2005, que sacó a la luz restos de la fortaleza original (incluida la alta puerta de acceso desde la ladera del río, cuya existencia se desconocía), el conjunto se integró en el nuevo Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE). Este centro se inauguró en 2006 coincidiendo con el regreso durante seis meses de la Dama de Elche, alojada en la planta baja de la torre del Homenaje, donde actualmente se exhibe una copia exacta del busto ibero, cedida por el Museo Arqueológico Provincial (MARQ).
El proyecto de investigación arqueológica sobre el yacimiento ilicitano del Castellar de la Morera, también conocido como el Castellar d’Elx, tiene como objetivo documentar, quizá, uno de los yacimientos arqueológicos más interesantes, controvertidos y olvidados que el panorama de la arqueología islámica puede ofrecer en la provincia de Alicante. La investigación ha sido impulsada por el Museo Arqueológico de Alicante (MARQ), con la participación de la Universidad de Alicante y el apoyo del Museu Arqueològic i d’Historia d’Elx (MAHE) y ha surgido como un revulsivo ante el abandono secular de este importante yacimiento ilicitano, mencionado ya por Cristóbal Sanz en 1621 y dado a conocer por el historiador ilicitano Pedro Ibarra a finales de los años veinte del pasado siglo, pero olvidado por la investigación reciente. Este proyecto pretende materializar un lugar hasta ahora invisible y replantear la problemática del asentamiento temprano musulmán en la región de Elche. Se trata de una investigación de equipo, dirigida por Pierre Guichard, Sonia Gutiérrez Lloret y José Luis Menéndez Fueyo, con la colaboración de un equipo científico que integra entre otros investigadores a Rafael Azuar Ruiz, Javier Martí y Josefa Pascual, apoyados con el trabajo técnico de los arqueólogos Roberto Ferrer Carrión y Joaquín Pina Mira, además de diferentes expertos en campos colaterales como la prehistoria y la zooarqueología. Su objetivo primordial es la explicación histórica del asentamiento a la luz de los convulsos procesos de la formación de una sociedad islámica entre los siglos VIII y X, entre los que se sitúa la problemática de la localización del topónimo árabe “Al-‘Askar” (el campamento), aparente trasunto de una realidad percibida como urbana por el geógrafo oriental al-Ya’qûbi en su obra Kitab al-buldan, fechada a finales del siglo IX. La eventual identificación de ese emplazamiento con el yacimiento explorado ha sido recientemente formulada por P. Guichard (2007: 99-105), a partir de la confrontación rigurosa de las fuentes árabes (al-Ya’qûbi, al-‘Udri[1], o Ibn Hayyân[2]) con el valioso testimonio de la Yamhara o tratado de genealogía de Ibn Hazm[3], que radica en los distritos y alrededores de Elx al linaje árabe de los Banû al-Sayh, famoso por sus episodios de disidencia en los castillos de Alicante y Callosa de Segura entre los años 924 y 928.ugar hasta ahora invisible y replantear la problemática del asentamiento temprano musulmán en la región de Elche. Se trata de una investigación de equipo, dirigida por Pierre Guichard, Sonia Gutiérrez Lloret y José Luis Menéndez Fueyo, con la colaboración de un equipo científico que integra entre otros investigadores a Rafael Azuar Ruiz, Javier Martí y Josefa Pascual, apoyados con el trabajo técnico de los arqueólogos Roberto Ferrer Carrión y Joaquín Pina Mira, además de diferentes expertos en campos colaterales como la prehistoria y la zooarqueología.
Aunque la mayor parte de las murallas que formaban el recinto musulmán ha desaparecido, todavía pueden rastrearse algunos restos repartidos por la ciudad. Por un lado, las torres que han pasado a formar parte del entramado urbano actual, algunas algo camufladas, como la del Concejo, de Santa Bárbara, de Santa Lucía o la de Ressemblanch, la que mejor conserva sus trazas originales. Para llevarse una impresión completa de la antigua muralla habrá que buscar los "retales" de la misma en diferentes localizaciones, como el tapial de mortero de cal en la confluencia de la calle Fatxo y Diagonal; el tramo integrado en el actual edificio del Ayuntamiento y que mira a la Plaça de Baix o el perfil existente, de dimensiones considerables, en las Cases de la Mare de Deu.
¡Descarga tu guía de Alicante!