hermoso lugar muy recomendable
Día a día, como celoso guardián del pueblo, con el vibrante sonar de su campana, que cala en nuestras mentes imprimiendo nueva fuerza y esencia, nos recuerda incesante el momento del trabajo, medios de transformación, maduración y progreso. Su historia se remonta a 1887, siendo alcalde D. Francisco Rico Lucas, cuando se acuerda pedir un proyecto para una torre a los arquitectos de Alicante D. José Guardiola Picó y D. Enrique Sánchez Sedeño. En 1889 se compra en Madrid un reloj nuevo, por 11.000 ptas. (el actual), que se compondría de maquinaria, tres campanas (una clásica grande, y dos más pequeñas semiesféricas), cuatro esferas, las pesas para la cuerda y un campanil forjado para su sostén. Se le da cuerda con una manivela, haciendo subir las pesas que cuelgan de sendos cables de cuerda (como se hace con un cucú). Las pesas son tres: de 500, 200 y 100 kilos; la grande es para las horas, la mediana para los cuartos, y la menor mantiene el reloj en marcha.
El yacimiento arqueológico El Monastil (Bien de Interés Cultural), de titularidad municipal, es uno de los elementos más representativos y ricos del patrimonio histórico de Elda. Está situado en la partida rural del mismo nombre, en las estribaciones orientales de la sierra de la Torreta. Rodeado por el río Vinalopó, ocupa una extensión aproximada de 3.5 hectáreas. El acceso principal se realiza por la ladera meridional, conectada a la entrada norte (Elda-Hospital) desde la autovía A-31 (Madrid-Alicante). La ocupación de este asentamiento se fecha entre finales del tercer milenio a.C. (Calcolítico) y la época almohade (siglo XIII), con un especial desarrollo entre la cultura ibérica y el periodo romano. A lo largo de su historia, El Monastil ha mantenido una constante posición central en el corredor del río Vinalopó, constituyéndose, dentro del valle de Elda, en un hito en la frontera tradicional entre el Alto y el Medio Vinalopó. Ha sido, igualmente, lugar estratégico para controlar las principales vías de comunicación históricas entre las comarcas centromeridionales costeras alicantinas y el interior de la península. Asentamiento de la Edad del Bronce y enclave del período orientalizante, se convierte en un importante oppidum iberorromano, jerarquizando el territorio del Medio y Alto Vinalopó durante la segunda mitad del primer milenio a. C. La mayor parte de los restos constructivos se sitúan en el espolón alargado más elevado del yacimiento, la zona alta del poblado, donde se conservan restos de un urbanismo ibérico, romano y tardorromano que muestra viviendas de tendencia rectangular adaptadas a las irregularidades del lugar, reutilizadas a lo largo de estos períodos, y articuladas en torno a una calle central que se divide en dos viales hacia la parte occidental del asentamiento. En la ladera meridional del poblado se ubican los restos de un sistema defensivo iberorromano que fortificó el acceso al oppidum, y que posiblemente se reutilizó en los períodos bajoimperial y tardoantiguo. Extramuros se conservan los restos de un singular almacén de cereal, ubicado en la terraza meridional principal que, a su vez, alberga un conjunto de estructuras domésticas y artesanales adscritas fundamentalmente a los períodos ibérico y romano. Durante este último período, El Monastil se asocia tradicionalmente a la mansión Ad Ello del Itinerario de Antonino. Destacan los vestigios de tres hornos pertenecientes a una alfarería de época romana tardorrepublicana e inicios del período imperial, así como un pequeño horno metalúrgico adscrito a la misma etapa. En las terrazas más cercanas al río, al sur de la carretera CV-8352, se han localizado restos cerámicos y vestigios de monumentos funerarios ibéricos. La parte alta del poblado se abandona a lo largo del Alto Imperio. Tras un amplio paréntesis cronológico, durante el período bajoimperial la zona se preocupa, continuando el hábitat hasta el período bizantino-visigodo, e iniciando su ocaso y abandono definitivo durante la época islámica emiral. En el período tardoantiguo destaca la hipótesis que vincula El Monastil con la debatida sede episcopal de Elo de los textos conciliares toledanos. Precisamente en el extremo occidental de la parte alta del yacimiento se conservan los vestigios de una iglesia cristiana de esta etapa. Esta iglesia, que muestra signos de abandono y posible reutilización en la primera época islámica, pudo ser utilizada como al-munastir. Esta denominación ha permanecido sustancialmente en el actual nombre de la partida y del yacimiento arqueológico. En conjunto, el yacimiento arqueológico muestra un relevante conjunto de construcciones y vestigios materiales de los siguientes períodos: Calcolítico, Edad del Bronce, Orientalizante, Ibérico -antiguo, pleno y final-, Romano -republicano, altoimperial, bajoimperial-, Tardoantiguo -bizantino y visigodo-, Islámico emiral y, en menor medida, de las épocas califal y almohade.
Su construcción se debe a los almohades que los edificaron entre finales del siglo XII e inicios del siglo XIII. Tras la reconquista cristiana del siglo XIII, se levantó el recinto principal y la muralla, obras de refuerzo que respondían al carácter de histórica frontera de Jijona, que desde el Tratado de Almizra, en 1244, fue el límite de la Corona de Aragón, con la de Castilla hasta el 1304, momento en que las conquistas de Jaume II sumaron al reino las poblaciones del sur de la provincia de Alicante. Hasta esa fecha fue un elemento clave en la defensa de la frontera del reino de Valencia. A sus pies y en dirección E creció la villa de Xixona. Poco a poco fue languideciendo su importancia a lo largo de la edad media y comenzaron a disminuir las reparaciones. La última importante de la que se tiene constancia data del siglo XV y algunas obras menores en el XVI. Durante la Guerra de Sucesión sirvió como refugio a los jijonencos, que apoyaban la causa del Felipe V. Así fue asaltado por las tropas austracistas, que prácticamente lo destruyeron. En 1708 pasó a ser propiedad de los jijonencos por privilegio real, concedido por Felipe V.
El primer teatro que lleva en Villena el nombre de Chapí se erige en 1885. La idea de su creación surge entre unos villenenses que se desplazan a Alicante para asistir al estreno de "La Tempestad" en esta ciudad. Rápidamente se construye; es de madera y se sitúa "algo más al norte de donde yergue sus muros el teatro actual", escribía José María Soler en 1951. Debió ser, pues, en el actual "Parterre". Los terrenos eran municipales, pues tanto los que ocupa hoy el Teatro como los del Parterre y el Paseo, habían sido propiedad de los frailes franciscanos que estaban en Villena desde el siglo XVI. Alguien de Alicante los adquirió como consecuencia de la desamortización de 1835, pero fueron previsoramente adquiridos por el Ayuntamiento villenense pocos años después. Suele atribuirse a aquel coliseo el nombre de Teatro Circo; no obstante, una de las páginas del programa de la inauguración que Soler reproducía al referirse a la nueva construcción, dice escuetamente Teatro Chapí. Esta inauguración se efectuó el 20 de junio del año más arriba indicado con la zarzuela "La Tempestad" y asistió Chapí, especialmente invitado, con alguno de sus familiares. Incluso dirigió varios números de la obra entre el entusiasmo de sus paisanos presentes en la representación. En 1908 el estado del Teatro obliga a su cierre y es desmantelado. Poco después, en 1914, surge la "Junta Constructora Pro Teatro Chapí", que emite acciones de 25 pesetas como principal fuente de financiación del futuro coliseo. El proyecto se encarga a José María Manuel Cortina, que en 1916 abandona la construcción por divergencias con la Junta, las obras discurren lentamente, esta vez bajo la dirección de los arquitectos Garín Hermanos, y sufren interrupciones por dificultades económicas hasta paralizarse en 1919. Pero la Junta Constructora encuentra solución a sus problemas en 1922. Se lega a un entendimiento con el Círculo Agrícola Mercantil, en virtud del cual, esta Sociedad ocupará los espacios laterales y superior de la zona delantera de la edificación. La cesión constituye la solución de la falta de recursos indispensables para proseguir y terminar las obras. Estas se realizan con celeridad en cuanto respecta al Círculo, que se inaugura en 1923. Las del Teatro se acometen de nuevo en 1924 y se modifica el aspecto externo con una estética mucho más austera que la del primitivo proyecto de Cortina. Finalmente, el sábado 5 de diciembre de 1925 suenan otra vez la italianizantes romanzas de "La Tempestad" en la inauguración de un nuevo Teatro Chapí, aunque en esta ocasión no esté presente el maestro, fallecido en 1909.
Cómo afirma P. Guichard el castillo de Ambra es uno de los tantos castillos islámicos del territorio valenciano que sirvieron como lugares de hábitat y/o refugio a cargo de las comunidades rurales, con un carácter no feudal y que fueron objeto de transformación y destrucción después de la conquista.Antiguos historiadores databan la construcción del castillo entre los siglos IX-XI, pero las últimas investigaciones y excavaciones arqueológicas la datan de principios del siglo XIII. Los escombros del castillo se levantan sobre una cresta rocosa formada por los contrafuertes septentrionales de la Sierra de Mediodía, delimitando el valle de Pego por el sur. Se levanta a una altura de 264 m sobre el nivel del mar y su construcción se adapta perfectamente a la orografía abrupta y rocosa de la montaña de Ambra. El castillo no participó activamente en la conquista, pero si tuvo importancia en las posteriores revueltas mudéjares capitanejades para el-Azraq. El año 1268 se le consignó el castillo a Arnau de Romero, mandándole Jaume I que en el castillo permaneciera una atzembla y diez hombres. Un año después pasó a Bonanat de Guía que lo tuvo poco tiempo, pasando el 1260 a Pere de Berbegal, arxiprest de Daroca, custodiándolo con cuatro hombres, a quienes el rey pagaba 150 sueldos anualmente. El 1264 pasó el castillo a Ade de Paterna por la deuda que el niño en Pere contrajo con él. Cobrado la deuda, el rey dio en crédito el castillo a P. de Capellades. El 1271 pasó en las manos, en las mismas circunstancias, a Pere de Marcén. Finalmente, después de estar en manso de los sarracenos durante tres años, a partir de 1276 el castillo empezó a perder su importancia militar. Acabó para perder completamente su importancia el castillo cuando a partir de 1280 se empezó a crear la nueva villa de Pego. Después de la segunda carta de poblamiento (1286) concedida con mejores condiciones que la primera (1279), empiezan a llegar colonos desde Barcelona que van a establecer en una nueva villa amurallada que se tiene que construir asentada sobre la antigua alqueria de Uxola. El castillo de Ambra es una construcción islámica tardía, que según Javier Martí, empieza hacia principios del siglo XIII, producto del miedo de los musulmanes ante la amenaza de conquista feudal. Aquello que más sobta de esta afirmación, es la poca durabilidad que tuvo el castillo (1220-1280). Pero la verdad es, que las últimas excavaciones no han sacado a la luz ningún resto anterior a la cronología apuntada. Establecida la cronología y durabilidad del castillo, otro de los aspectos importantes es saber si estuvo o no habitado, es decir, si sirvió sólo de refugio militar o si al contrario en su interior existían habitáculos. Aproximadamente existían una veintena de viviendas con una disposición en escalonamiento y aprovechando la estructura natural de la roca. Las viviendas eran de dimensiones reducidas y la obra de encofrado de mortero de cal y piedra calcárea de irregular tamaño. También tuvieron que tener madera, aunque probablemente esta se utilizó posteriormente para las casas de la nueva villa, puesto que en las excavaciones no se encontraron restos de este material. Los restos de la muralla del recinto nos muestran el valor de la arquitectura defensiva; los muros realizados en tapial, los fundamentos de masonería y cuatro cubos (torres) de planta rectangular en ixent reforzando el muro. Al Sudeste del mismo se encuentra la puerta de acceso al recinto, entre el avantmural y la muralla del castillo. El acceso se compone de dos puertas dispuestas longitudinalmente intercalándose entre ellas un cuerpo de guardia. Este cuerpo de guardia permitía hacer la guaita entre las dos puertas durante la noche, así como el descanso de los caminants en su acceso al castillo. En el mismo banco de guardia podemos observar el que pudiera ser un curioso juego medieval compuesto por ocho orificios en que se tendría que encarar piedras de diferentes tamanys. En las excavaciones del proyecte “Transformaciones de la estructura de poblamiento medieval en las tierras de Marina”, también se encontró en la puerta 5 dinero de bronce de la época del reinado de Jaume I (1238-1276). En el interior del recinto, junto a la segunda torre de la muralla se emplaza un aljibe o cisterna de planta rectangular (12 x 3 m) realizado en tapial que servía para recoger el agua de las lluvias. Un avantmural o barbacana cierra el recinto murallat, realizado también en tapial aunque de menor altura que la muralla interior. Está dotado de un ingreso en replec y de tres falsos cubos que se adaptan al trazado de las torres y la muralla. Aunque el castillo se encuentra en relativo buen estado, la intensa tarea de abancalament y la acción erosiva de los agentes atmosféricos han castigado mucho las construcciones.
Entre los siglos XIII y XIV se amuralla la alquería de Calp para protegerla de los ataques musulmanes. Su situación costanera hizo que la población sufriera continuos ataques de piratas, por lo que en el s. XVI Carlos V ordenó que se reparasen dichas murallas. Los vecinos accedían a la ciudadela a través de un único portal denominado “El Portalet”. El más duro de los ataques tuvo lugar en 1637. Los piratas berberiscos invadieron la villa sin ser vistos. Los centinelas dormían y saltaron las murallas utilizando escaleras. Durante ese ataque tomaron cautivos prácticamente a todos los calpinos. Otro de los ataques más importante que sufrió la villa, y que da origen a sus fiestas patronales, fue el acontecido el 22 de octubre de 1744. Tras este asalto pirata se inició un proyecto para fortificar la villa, y se construye una segunda muralla, que rodea el arrabal y la vieja ciudadela. El “Torreó de la Peça” debe su nombre a un fortín derribado en el s. XX que en su día tenía una pieza de artillería.
De mediados del s. XIX data la Finca rústica Villa Marco que tuvo gran importancia en la zona agrícola conocida como Huerta de Alicante. A principios del s.XX adquirió carácter residencial y se la dotó del estilo modernista con curiosas influencias del arte colonial francés que la diferencian del resto de fincas que aún se conservan en la comarca. Sus bellos jardines de inspiración versallesca fueron creados a principios del siglo XX bajo los auspicios de Renato Bardin, cónsul honorario de Francia y dueño de la finca en aquel entonces. Convenientemente cuidados a lo largo de su historia, han sufrido algunas modificaciones respetando sin embargo su morfología original. La zona ajardinada rodea la casa surcada por varios paseos flanqueados por copas y jarrones de estilo clasicista. El jardín puede dividirse en cinco zonas: el "jardín árabe" (utilizado como huerta originariamente), el denominado "jardín histórico", donde se encuentran los ejemplares de mayor envergadura, el "jardín de acceso" que enmarcaba la entrada de carruajes, un pequeño "jardín mediterráneo" (con plantas autóctonas) y una gran pinada que representa un "bosque mediterráneo". Los jardines albergan dos esculturas del célebre artista alicantino Vicente Bañuls: "La Noche" y "La Marsellesa".
Obra del escultor alicantino Arcadi Blasco, construido en 1990, y que destaca por su singularidad arquitectónica. Consta de dos partes, una en tierra, que simboliza una barca, y la otra mar adentro (actualmente sobre la arena de la playa), que simboliza un faro (o mástil). Homenaje a los hombres de la mar, representa la unión y dependencia que nuestra población y sus gentes tienen históricamente con la mar, vital para la vida y economía de El Campello durante décadas
El Caserón Haygón es una construcción de finales del siglo XIX de la huerta sanvicentera que ocupa una parcela de 3.000 metros cuadrados. La escuela-taller puesta en marcha en 2001 ha permitido su rehabilitación y recuperación para uso público como centro de formación homologado por la Generalitat Valenciana. El Caserón Haygón tiene una planta baja de 200 metros cuadrados con despachos, sala de juntas, oficina de secretaría, aseos y un aula con capacidad para veinte alumnos, mientras que en el piso superior dispone de otras cuatro aulas. También cuenta con un espacio que sirve de taller y almacén de herramientas y materiales.
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