precioso rincón y muy original
El Castillo de la Mola está ubicado sobre un pequeño cerro a 360 m. de altitud con relación al mar. Dista 3 km. de la población de Novelda, en dirección noroeste. Fortaleza de origen islámico, fue construída a finales del siglo XII. Su planta es poligonal con ocho cubos cuadrangulares en saliente, de los que actualmente sólo quedan cuatro, dos de ellos enmascarados, con una torre cuadrada en su interior, en la actualidad desmochada, todo ello de fábrica de tapial, sobre base de mampostería. Esta torre exenta tiene 9 m. de lado por 11 de altura, aunque actualmente le falta un piso; cuenta con una sala inferior iluminada por una aspillera. Se entra en la torre por una puerta de medio punto y situada en altura. Tras la conquista cristiana del Castillo por la huestes del Infante Don Alfonso de Castilla, tierras y fortaleza pasaron a la Corona Castellana. Con la firma del Pacto de Elche en 1305, el Castillo y sus dependencias pasan a la Corona Aragonesa, formando parte estas tierras del Reino de Valencia. Es entonces cuando la fortaleza es donada a Doña Blanca d’Anjou, esposa de Jaime II, quien ordena la reconstrucción de sus deteriorados muros, realizándose durante el siglo XIV, una serie de reformas en el recinto fortificado, y construyendo en su flanco noroeste una magnífica torre triangular. La torre de 15 m. de lado por 17 m. de altura no tiene paralelos conocidos hasta la actualidad; es de fábrica de mamposteria, con refuerzo de sillería en las esquinas. Se accede a ella por una puerta de medio punto orientada al noroeste y situada en altura, de fábrica de sillería. Tiene dos plantas y su iluminación interior se realiza a través de varias aspilleras. A mediados del siglo XIV, el rey aragonés Pedro el Ceremonioso, da la tenencia del Castillo a Beltrán du Glesquin, noble bretón venido a la Península Ibérica con las Compañías Blancas, como pago de su ayuda en la Guerra de los Pedros, un año después. En 1367 es vendido a Hugo de Calviley, quien en 1371 lo vende a Mateo de Gornay, señor ya de Novelda. Años más tarde pasa nuevamente a la corona, siendo donado por Pedro IV a su esposa Doña Sibila de Forcia. En 1391, Don Pedro Maza de Lizana, señor de Mogente y Chinosa, compra la Mola a Doña Violante de Bar, constituyéndose en 1448 la Baronía de Novelda. Desde ese momento la Mola formó parte de esta importante casa señorial, hasta la abolición de los señoríos en las primeras décadas del siglo XIX. Desde 1931 está declarado Bien de Interés Cultural. Abierto al público todos los días del año. Entrada gratuita. De lunes a domingos de 10 a 14h y de 16 a 19h. (invierno) De lunes a domingos de 10 a 14h y de 17 a 20h. (verano)
Se levanta a una altura de 830 metros. Es un exponente de la cultura islámica. Es una fortaleza de grandes dimensiones y aunque ha sido reconstruida en su totalidad, aún se aprecian restos de su primitiva construcción. Los distintos recintos nos acercan a épocas pasadas y a sus modos de vida. Consta de una planta poligonal con doble recinto amurallado en el que destaca la Torre del Homenaje, de época Almohade (s. XII – XIII) construida mediante la técnica tapial (cal, arena, agua y piedras pequeñas). El acceso al recinto lo realizamos por el nordeste, por donde accedemos al patio de armas, aquí se ubicaba el molino de sangre (accionado mediante tracción animal). Si subimos por las escaleras encontramos una segunda puerta adintelada en sillería fechada en 1803 que nos da acceso a otras dos dependencias, a la derecha el aljibe y al otro lado las dependencias que albergaban a las tropas de vigilancia. El último tramo nos conduce a la torre del homenaje, donde se ubica el Museu Fester y consta de 3 plantas. Desde lo alto de la torre se divisan 4 provincias (Albacete, Murcia, Alicante y Valencia) Además el castillo ha sido testigo de diversas guerras, entre la que destaca la guerra de sucesión que tuvo lugar en 1705, donde acogió a la población que huía de los asedios e incendios que sufrió varias veces el pueblo. La fidelidad mostrada a Felipe V en esta guerra se vio recompensada con el título de villa noble, fiel, leal y real, que actualmente aparece en el escudo del municipio.
El castillo del Río se encuentra a 4 kilómetros de la localidad de Aspe, (Vinalopó Medio), sobre un montículo cerca de la confluencia del río Tarafa con el río Vinalopó, desde su emplazamiento se pueden ver también el Castillo de la Mola en Novelda y la torre de Monforte del Cid. Se trata de un recinto amurallado situado sobre un montículo denominado "Tabayá" cerca de la confluencia del río Tarafa con el Vinalopó, a 3 km del actual Casco Urbano. De origen almorávide, concretamente del primer tercio del Siglo XII, fue el primer núcleo de asentamiento de Aspe, conocido como "Aspe el Viejo"; a pesar de ello, en sus inmediaciones también se han encontrado restos de un asentamiento anterior en la época Ibérica. El recinto amurallado, formado por 12 torreones, carece de torre del homenaje y se encuentra actualmente semiderruido. A pesar de ello, se conservan lienzos de murallas y la base de varios de sus torreones. Las distintas investigaciones que se han llevado en él, debido a su gran importancia arqueológica, nos dejan ver excavaciones gracias a las cuales el visitante puede hacerse una idea de lo que debió ser aquel recinto, construido en su base en mazonería, y a partir de 1,5 m de tapial y cantos rodados. En él se encontró uno de los dos únicos arados árabes hallados en toda España y que actualmente se encuentra expuesto en el Museo arqueológico provincial de Alicante (MARQ). Es de fácil acceso a través de la carretera que une Aspe con la Autovía Madrid-Alicante.
Se levanta sobre una de los dos colinas que dominan la localidad del mismo nombre, al nordeste de la población, en el Medio Vinalopó (Alicante, España). El Castillo de Monóvar fue construido en época almohade, entre finales del siglo XII y principios del XIII, y fue utilizado hasta principios del siglo XVII. Disponía de una privilegiada situación, desde la cual dominaba la red de fortificaciones que jalonaba el río Vinalopó, (los castillos y la torreta de Elda, y el castillo de Petrel), así como la vía de comunicación del corredor Pinoso-Jumilla, salida natural hacia Murcia y Andalucía. Se trataba de un castillo de planta irregular, parecida a un triángulo. En el centro se encuentra la torre del Homenaje, donde también había un aljibe. También pueden verse restos de una torre más pequeña en la cara norte, y algunos lienzos de la muralla. En las excavaciones arqueológicas que se han realizado en la colina donde se erigía el castillo, se han encontrado restos arqueológicos de la Edad de Bronce, fragmentos de cerámica almohade de los siglos XII y XIII, una pieza de joyería de los siglos XV o XVI y fragmentos de jarras, platos y escudillas del siglo XIV en adelante. En la actualidad se encuentra en ruinas y solamente conserva parte de una torre, restaurada recientemente.
La visita obligada del viajero que llega a Novelda es al Santuario de Santa María Magdalena. Este edificio religioso fue construído a partir de un proyecto que trazara el ingeniero noveldense D. José Sala Sala quien impregnó su proyecto del estilo modernista catalán. Su construcción, comenzada en 1918, necesitó de tres fases, para dar por terminada la obra en 1946. En la fachada principal destacan dos torres laterales de 25 m. de altura culminadas por una cruz pétrea, que también se halla en la cúpula y sobre los arcos superiores de la fachada. Los motivos decorativos tendrían antecedentes en los estilos medievales, barrocos y en la propia naturaleza; influencias que llevaron al autor a combinar guijarros del río Vinalopó, azulejos policromados, ladrillos, rojizos, mampostería, etc., que se reflejan por todo el exterior del edificio. El interior se compone de una nave central rectangular con dos espacios laterales adosados; al fondo, en el ábside, se halla el camarín de Sta. María Magdalena, Patrona de Novelda, y detrás del altar podemos admirar un hermoso cuadro atribuido a Gastón Castelló. Los trabajos de mantenimiento y restauración son constantes, el último de ellos llevado a cabo durante el año 2006 en donde se llevó a cabo la recuperación pictórica de varios de los lienzos que decoran el templo y entre las que se ha de destacar la obra del renombrado artista alicantino Gastón Castelló situada en el centro del altar.
hermoso lugar muy recomendable
Día a día, como celoso guardián del pueblo, con el vibrante sonar de su campana, que cala en nuestras mentes imprimiendo nueva fuerza y esencia, nos recuerda incesante el momento del trabajo, medios de transformación, maduración y progreso. Su historia se remonta a 1887, siendo alcalde D. Francisco Rico Lucas, cuando se acuerda pedir un proyecto para una torre a los arquitectos de Alicante D. José Guardiola Picó y D. Enrique Sánchez Sedeño. En 1889 se compra en Madrid un reloj nuevo, por 11.000 ptas. (el actual), que se compondría de maquinaria, tres campanas (una clásica grande, y dos más pequeñas semiesféricas), cuatro esferas, las pesas para la cuerda y un campanil forjado para su sostén. Se le da cuerda con una manivela, haciendo subir las pesas que cuelgan de sendos cables de cuerda (como se hace con un cucú). Las pesas son tres: de 500, 200 y 100 kilos; la grande es para las horas, la mediana para los cuartos, y la menor mantiene el reloj en marcha.
El yacimiento arqueológico El Monastil (Bien de Interés Cultural), de titularidad municipal, es uno de los elementos más representativos y ricos del patrimonio histórico de Elda. Está situado en la partida rural del mismo nombre, en las estribaciones orientales de la sierra de la Torreta. Rodeado por el río Vinalopó, ocupa una extensión aproximada de 3.5 hectáreas. El acceso principal se realiza por la ladera meridional, conectada a la entrada norte (Elda-Hospital) desde la autovía A-31 (Madrid-Alicante). La ocupación de este asentamiento se fecha entre finales del tercer milenio a.C. (Calcolítico) y la época almohade (siglo XIII), con un especial desarrollo entre la cultura ibérica y el periodo romano. A lo largo de su historia, El Monastil ha mantenido una constante posición central en el corredor del río Vinalopó, constituyéndose, dentro del valle de Elda, en un hito en la frontera tradicional entre el Alto y el Medio Vinalopó. Ha sido, igualmente, lugar estratégico para controlar las principales vías de comunicación históricas entre las comarcas centromeridionales costeras alicantinas y el interior de la península. Asentamiento de la Edad del Bronce y enclave del período orientalizante, se convierte en un importante oppidum iberorromano, jerarquizando el territorio del Medio y Alto Vinalopó durante la segunda mitad del primer milenio a. C. La mayor parte de los restos constructivos se sitúan en el espolón alargado más elevado del yacimiento, la zona alta del poblado, donde se conservan restos de un urbanismo ibérico, romano y tardorromano que muestra viviendas de tendencia rectangular adaptadas a las irregularidades del lugar, reutilizadas a lo largo de estos períodos, y articuladas en torno a una calle central que se divide en dos viales hacia la parte occidental del asentamiento. En la ladera meridional del poblado se ubican los restos de un sistema defensivo iberorromano que fortificó el acceso al oppidum, y que posiblemente se reutilizó en los períodos bajoimperial y tardoantiguo. Extramuros se conservan los restos de un singular almacén de cereal, ubicado en la terraza meridional principal que, a su vez, alberga un conjunto de estructuras domésticas y artesanales adscritas fundamentalmente a los períodos ibérico y romano. Durante este último período, El Monastil se asocia tradicionalmente a la mansión Ad Ello del Itinerario de Antonino. Destacan los vestigios de tres hornos pertenecientes a una alfarería de época romana tardorrepublicana e inicios del período imperial, así como un pequeño horno metalúrgico adscrito a la misma etapa. En las terrazas más cercanas al río, al sur de la carretera CV-8352, se han localizado restos cerámicos y vestigios de monumentos funerarios ibéricos. La parte alta del poblado se abandona a lo largo del Alto Imperio. Tras un amplio paréntesis cronológico, durante el período bajoimperial la zona se preocupa, continuando el hábitat hasta el período bizantino-visigodo, e iniciando su ocaso y abandono definitivo durante la época islámica emiral. En el período tardoantiguo destaca la hipótesis que vincula El Monastil con la debatida sede episcopal de Elo de los textos conciliares toledanos. Precisamente en el extremo occidental de la parte alta del yacimiento se conservan los vestigios de una iglesia cristiana de esta etapa. Esta iglesia, que muestra signos de abandono y posible reutilización en la primera época islámica, pudo ser utilizada como al-munastir. Esta denominación ha permanecido sustancialmente en el actual nombre de la partida y del yacimiento arqueológico. En conjunto, el yacimiento arqueológico muestra un relevante conjunto de construcciones y vestigios materiales de los siguientes períodos: Calcolítico, Edad del Bronce, Orientalizante, Ibérico -antiguo, pleno y final-, Romano -republicano, altoimperial, bajoimperial-, Tardoantiguo -bizantino y visigodo-, Islámico emiral y, en menor medida, de las épocas califal y almohade.
Su construcción se debe a los almohades que los edificaron entre finales del siglo XII e inicios del siglo XIII. Tras la reconquista cristiana del siglo XIII, se levantó el recinto principal y la muralla, obras de refuerzo que respondían al carácter de histórica frontera de Jijona, que desde el Tratado de Almizra, en 1244, fue el límite de la Corona de Aragón, con la de Castilla hasta el 1304, momento en que las conquistas de Jaume II sumaron al reino las poblaciones del sur de la provincia de Alicante. Hasta esa fecha fue un elemento clave en la defensa de la frontera del reino de Valencia. A sus pies y en dirección E creció la villa de Xixona. Poco a poco fue languideciendo su importancia a lo largo de la edad media y comenzaron a disminuir las reparaciones. La última importante de la que se tiene constancia data del siglo XV y algunas obras menores en el XVI. Durante la Guerra de Sucesión sirvió como refugio a los jijonencos, que apoyaban la causa del Felipe V. Así fue asaltado por las tropas austracistas, que prácticamente lo destruyeron. En 1708 pasó a ser propiedad de los jijonencos por privilegio real, concedido por Felipe V.
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